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domingo, 17 de abril de 2011

Radiohead - The King of Limbs


La evolución de Radiohead es difícil de explicar: grupo post Nirvanero de debut mediocre pero con un himno generacional inolvidable se transforma en la banda más laureada y admirada del planeta gracias a tres obras maestras consecutivas de calidad incontestable: “The Bends”, “OK Computer” y ”Kid A”. Y no sólo eso, con cada uno de estos discos la banda retuerce su propuesta, se reinventa, enrareciendo sus piezas y añadiendo capas electrónicas y matices alquimistas por encima de altísimos niveles de intensidad compositiva. Y así, con las expectativas por las nubes, llegamos hasta el año 2000. Y a partir de ahí, cambio de tercio: cierto continuismo (“Amnesiac”), pasos en falso (“Hail To The Thief”) y una extraña sensación de oportunidad perdida. Radiohead siguen estando por encima de la media, sí, pero se descentran: empiezan a preocuparse más por las formas que por el fondo.

Sólo así se entiende el bizarro ejercicio de rareza que es “The King of Limbs”, un trabajo de apenas 8 piezas que, por encima de todo, desconcierta. Compositivamente flojo, la última referencia de los de Oxford empieza con el drumbeat embarullado de “Bloom”, sigue con la regulera “Morning Mr. Magpie” y toca fondo con la olvidable “Feral”. En los tiempos de “OK Computer” ninguno de ellos tendría siquiera el nivel de una cara B como “Pearly” o “Meeting In The Aisle”. Triste pero cierto. “Little By Little” se salva por su intensa base rítmica, “Lotus Flower” y “Separator” por el impecable trabajo de producción y por la aún excelsa voz de Thom Yorke… pero ninguna de ellas sobrecoge, ninguna emociona. Sólo la preciosa “Codex”, prima hermana de la sublime “Pyramid Song” levanta el vuelo en un disco que parece más una colección de descartes o un puro divertimento que un trabajo de estudio de la considerada “mejor banda del mundo”.

Cuesta creer que el grupo que compuso tres discos soberbios en apenas 5 años haya tardado otros 5 en aportar 8 escasos temas entre los cuáles un experimento tan anodino y vulgar como “Feral” pasa el corte. Resulta también difícil comprender cómo una de las mejores bases rítmicas del planeta (Phil Selway y Colin Greenwood) y una de las guitarras más creativas de la escena británica (Johnny Greenwood) son infrautilizados y, en el peor de los casos, sustituidos por insípidos juegos de base rítmica a lo “The Eraser”.

Tienen más talento que nadie… lo que no hace sino agrandar el misterio de Radiohead. ¿Volverán algún día? Queremos creer.