rock y todo lo demás

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domingo, 30 de diciembre de 2012

Soundgarden - King Animal


Soundgarden fue uno de los mejores exponentes del rock en los años 90. Su sonido, sólido y pétreo, oscuro y tenebroso, se convirtió en una referencia del género y les consagró como una de las vacas sagradas de los años dorados de Seattle y un puntal del espíritu grunge junto con Nirvana, Pearl Jam o Alice In Chains. Tocaron el cielo en 1994 con “Superunknown”, su obra cumbre, un complejo ejercicio de introspección y desgarro en forma de repujado rockista que les convirtió en leyenda y que no puede faltar en las listas de los mejores álbumes del siglo pasado. Después llegaría el correcto “Down On The Upside”, seguido de un silencio discográfico de más de 15 años que toca a su fin con este “King Animal” que nos ocupa. 

La nueva obra de la banda respira 100% Soundgarden, con ingredientes de sobra conocidos: riffs rocosos de Thayil, voz excelsa de Cornell y empaque a toneladas en la excepcional dupla que forman Shepperd y Cameron como base rítmica. Ajenos a modas y tendencias y sin concesión comercial alguna (sólo “Been Away Too Long” encaja como single al uso), Soundgarden disfrutan de lo que son: cuatro musicazos haciendo rock potente y guitarrero con composiciones que dan juego. Desde el rompedor trallazo inicial a la marcial "Eyelid's Mouth" este “King Animal” destila pureza rockera en cortes como la hipermelódica “Non-State Actor”, el tempo pesado de “Blood In The Valley Floor” o el medio tiempo contenido de “Bones of Birds”, en los que la banda suena confiada, sobrada, relajada y natural, mirando hacia atrás al retorcer con constantes quiebros la rítmica de los temas, pero sin dejar de mirar hacia adelante en cortes como la orientalizada “A Thousand Years Before”. Es cierto que la segunda mitad del disco baja en intensidad, que “Halfway There” desentona en el conjunto de la obra (bien podía pasar por un tema de Cornell en solitario) o que “Attrition” o “Black Saturday” están algo faltas de fuerza, pero el resultado final es ciertamente disfrutable. 

Con sus claros y oscuros “King Animal” nos recuerda porqué nos enamoramos de esta banda hace ya tantos años, abriéndose un pequeño hueco con personalidad propia dentro de la discografía del grupo y cimentando la posición del combo de Seattle como lo que es y merece ser: uno de los grandes. Como aquel amigo casi olvidado con el que te reencuentras años después, Soundgarden nos ha dado con “King Animal” una de las alegrías de la temporada.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Alt-J - An Awesome Wave






















Madurez, sobriedad, inteligencia… En el mundo del rock contemporáneo conceptos como estos no suelen aplicarse a bandas noveles. Alt-J son, desde el principio, una deliciosa excepción. Este cuarteto inglés, formado por un licenciado en Literatura Inglesa y tres en Bellas Artes, acaba de publicar “An Awesome Wave”, su debut discográfico, un ejercicio de musicalidad, oscuridad y armonía que en apenas unos meses les ha convertido en uno de los referentes del universo independiente. En una escena ahogada por hypes desinflados, pose y postureo, encontrarse con una banda tan enamorada de la música y el arte supone toda una alegría.
 
Desde los primeros acordes de la “Intro” que abre la obra, Alt-J demuestran que hay madera: atmósferas cargadas de oscuridad e introspección, envueltas por bases rítmicas musculosas e hipercalóricas, por momentos casi hip-hoperas y coronadas por melodías y armonías bordadas con una sutileza casi obsesiva y encastadas a la perfección. Un brebaje que mezcla a The Knife, My Morning Jacket y los Fleet Foxes en dosis milimétricamente calculadas y que está engalonado por una producción elegante y equilibrada.
 
Por si fuera poco, además de belleza formal, hay canciones. Algunas hipnóticas, como “Interlude 1”, “Tessellate” o la preciosa “Dissolve Me”, otras dulces y evocadoras como “Matilda” o “Taro” y otras directamente huracanadas como la superlativa "Fitzpleasure".
 
Hay fondo, forma y arte a borbotones. Ingredientes con los que este “An Awesome Wave”, trabajado, sólido y ambicioso, apunta a clásico.
 

miércoles, 31 de octubre de 2012

The Rolling Stones - Doom And Gloom (single)



Los Stones son los más grandes. Sin duda una de las  mejores bandas de Rock de toda la historia. Han tocado muchos palos, han abierto muchas puertas y lo han hecho casi todo bien, hasta el punto de llegar a celebrar 50 años de historia como grupo, una hazaña a la altura de muy pocos. 

Pero no nos engañemos: en las dos últimas décadas la banda se ha dedicado principalmente a vivir del cuento. Resulta casi embarazoso recordar que desde 1989, aparte de sus mastodónticas, megalómanas y ombliguistas giras, los ingleses sólo nos han ofrecido 3 discos de estudio, lo que a estas alturas posiblemente convierta a los Stones en la banda del mundo con el peor ratio de discos de estudio vs. recopilatorios. Vale, tienen casi 70 años, pero esperamos más de su talento. El hecho de que hayan pasado 18 años desde su última gran obra, el sublime "Voodoo Lounge" no es lo más preocupante: lo peor es la sensación de que ni siquiera lo han intentado.

Ahora, coincidiendo con sus bodas de oro y con el  inminente anuncio de nuevas fechas en directo, sus satánicas majestades presentan con "Grrr!" su enésima recopilación de hits, una colección repleta de joyas atemporales que no por trilladas dejan de ser excepcionales, y en la que se incluye este nuevo y notable "Doom And Gloom", un corte groovie, sexy y vacilón que respira Stones hasta las costuras y que, con su actitud altiva y chulesca, es 100% Rock And Roll. Un ejemplo que, aunque llegue con cuentagotas, nos demuestra lo que Jagger, Richards y cía podrían seguir ofreciendo si se centrasen un poco en hacer música, que es lo que les ha permitido llegar hasta aquí. 

"Doom And Gloom" confirma que los Stones no han perdido el mojo, sino que simplemente no lo ponen a trabajar lo suficiente. ¿Se animará alguien a encerrarles en un estudio?

domingo, 30 de septiembre de 2012

Regina Spektor - What We Saw From The Cheap Seats


"What We Saw From The Cheap Seats" es el sexto trabajo de estudio de Regina Spektor, uno de los personajes más peculiares del panorama musical actual. Spektor nació y vivió en Moscú hasta los 9 años, cuando su familia se instaló en Nueva York. Fue en la ciudad de los rascacielos donde creció y desarrollo su formación como pianista, que pronto complementaría con una voz de registros increíbles y con una capacidad casi sobrenatural de escribir canciones. Spektor tiene además el extraño don de ser y sonar diferente, siendo capaz de estremecerte con un falsete inverosímil o de sacarte los colores cuando imita sin reparos los sonidos de un delfín o de unas trompetas con su voz.

En "What We Saw From The Cheap Seats" nos regala un poco de las dos cosas, pero nos aporta muchas más: un single perfecto como "Don't Leave Me (Ne Me Quitte Pas)", ejercicios preciosos de introspección como "How" o la turbadora "All The Rowboats", con una oscura e interesantísima letra, o fogonazos de luz como "The Party", donde la neoyorkina juega en su terreno favorito, una emotividad casi desnuda a la que solo una personalidad como la suya puede dar credibilidad. Pero, como casi siempre, la obra nos deja algunos borrones, pasándose de almíbar en "Firewood" o "Patron Saint" y aburriendo soberanamente en "Open" o "Ballad Of A Politician".

La versatilidad en la interpretación de Spektor es indiscutible, pero es justamente esa diversidad de tono del disco, capaz de pasar de la comedia a la tragedia griega en apenas dos cortes, la que resta fuerza y empaque al conjunto. Parece claro que su música y sus letras, casi obsesionadas con el paso del tiempo, evolucionan, maduran, pero es posible que el torrente de creatividad de la ruso-americana -que asegura tener más de 200 canciones en la nevera- le impida decidir con nitidez si debe dar un paso hacia delante o dos hacia el lado.

Mientras ella se decide, nos quedamos escuchándola en su rol de bufón en la curiosa "Oh Marcello", en la que suplanta con desvergüenza y cierta gracia el acento de los italianos hablando en inglés. ¿Con qué nos sorprenderá en el próximo corte?

jueves, 30 de agosto de 2012

The Soundtrack Of Our Lives - Throw It To The Universe


“Throw It To The Universe” es a la vez el nuevo y el último trabajo de The Soundtrack Of Our Lives (TSOOL para los amigos). Los suecos, que se despiden de los escenarios tras más de 15 años de carrera a sus espaldas, han sido como un regalo caído del cielo para los amantes de la buena música: una banda capaz de construir hits de libro o de jugar al space rock y la psicodelia, arrimándose a The Who o a los Beatles en un tema mientras se disfrazan de unos Oasis pasados de vueltas en el siguiente. TSOOL han sido además una de las últimas grandes bandas en directo, prácticamente viviendo en la carretera y tirando de un amplísimo repertorio que conjugaba hits impepinables con rarezas, versiones y caras B al más puro estilo Pearl Jam, con un empaque sólo a la altura de los super clase. Vale, su batería nunca fue Keith Moon, pero las guitarras de Mattias Barjed e Ian Person y el bajo sinuoso y profundo de Karl Gustafsson han vestido con gusto exquisito docenas de canciones, permitiendo que la desgarrada voz de Ebbot Lundberg diera rienda suelta a sus filias y fobias.

En este “Throw It To The Universe” los TSOOL tiran de manual para entregarnos 13 temas que son quintaesencia “Soundtrack”. Es muy posible que hayan dejado atrás los mejores años como banda, y ciertamente el álbum no está a la altura de los excelsos “Behind The Music” u “Origin Vol. 1” pero, a pesar de temas tan anodidos como “Waiting For The Lawnmowers”, “Solar Circus” o el “Throw It To The Universe” que da título al disco, todavía hay destellos de clase: “Faster Than The Speed Of Light” nos regala el estribillo perfecto, “You Are The Beginning” es pura elegancia y “Reality Show” es un exquisito ejercicio de contención. Y lo mejor viene con la despedida, con la sentida y deliciosa “What’s Your Story?”, donde Ebbot nos avisa de lo que se nos viene encima (“Because Everything You Know Is About To Change”), y con el soberbio y emocionado broche de oro que es “Shine On (There Is Another Day After Tomorrow)”, un ejemplo de composición impecable.

Cantando un “Shine On, There Is Another Day After Tomorrow, There Is Another Day After The End” decimos adiós a una de las últimas grandes bandas de Rock que nos ha regalado el viejo continente. Shine On!

lunes, 30 de julio de 2012

Alabama Shakes - Boys & Girls






















Alabama Shakes son jóvenes y molones, tienen un sonido espectacular, una musicalidad tremenda y unas tablas que para sí quisieran muchas bandas con décadas de experiencia. Beben de las mejores referencias, mezclan el rock clásico, las raíces sureñas y el soul con una naturalidad pasmosa y, por si fuera poco, resultan relevantes y contemporáneos.

La voz de Brittany Howard, su rompedora frontwoman, es un pozo sin fondo de fuerza, carácter y versatilidad, y el resto de la banda no le va a la zaga: bajo, guitarra y batería tienen groove, feeling y ese sentido americano de hacer rock que es absolutamente inconfundible.

¿Qué le falta entonces a “Boys & Girls”, su flamante debut discográfico? Con una producción sencilla, unos arreglos contenidos y ese sabor añejo que desprende su música, se echa en falta lo más importante: las canciones. “Hold On” funciona como introducción “groovie” y buenrollera, pero el resto de la obra no engancha. Enseguida nos topamos con piezas insípidas y anodinas como “Hang Loose”, “Goin’ To The Party” o “Boys & Girls”, que parecen haberse quedado a medio hacer. Los textos tampoco son herederos de Dylan, aunque sean resultones en “Rise To The Sun” o “Heartbreaker”. El final del disco, con las agradecidas “Be Mine” y “I Ain’t The Same” sube la nota media de una obra que queda por debajo de las posibilidades de una banda y unos músicos con un potencial tremendo. Se puede esperar más de ellos.

sábado, 30 de junio de 2012

Tom Petty & The Heartbreakers - O2 Arena, Dublín, 7 de Junio '12

Tras años y años de espera, el anuncio de que Tom Petty giraría por Europa hacía realidad los sueños de miles de euro-fans que no habían tenido la suerte de ver al de Gainesville y al resto de los Heartbreakers en directo. Por desgracia España no entraba en los planes, así que la parroquia patria del rock se desplazó por todo el continente para acudir al que prometía ser un concierto para recordar. Y sin duda el show que Petty y sus secuaces dieron en el O2 de Dublín será difícil de olvidar para los miles de fans que abarrotábamos el majestuoso arena dublinés.

Abrió el show un atinadísimo “Listen To Her Heart”, anticipo de la colección de hits que quedaban por venir, con “You Wreck Me”, “I Won’t Back Down” y el “Handle With Care” de los WIlburys sonando a continuación. Casi nada. Nos dejaron después algunos temas menos estelares, como “Something Big”, “It’s Good To Be King” o “Kings Highway”, todos ellos interpretados con aplomo, elegancia y solidez, con la fuerza que sólo puede ofrecer una banda que demostró estar en plena forma: Steve Ferrone martillea la batería con un empuje sobrenatural, Scott Thurston, Benmont Tench y Ron Blair aportan el músculo que para sí quisiera cualquier banda de rock mientras Mike Campbell se luce como el genio de las seis cuerdas que es, regalando melodías incontestables y ejerciendo de lugarteniente de un Petty carísmático y entregado (mención al público español incluida). Una suerte de “Dream Team” del rock, vaya.

Atacaron “Here Comes My Girl” con precisión de reloj suizo, deleitaron con un “Free Falling” soberbio y sorprendieron a propios y extraños con una espectacular, potente e intensísima “Good Enough”, con la que los Heartbreakers ofrecieron uno de los mejores momentos de la noche y con el que reivindicaban su último y malentendido trabajo de estudio “Mojo”, del que sonaron también “Something Good Coming” y “I Should Have Known It”. Eso sí, se echaron en falta más piezas de "Wildflowers" o "Echo".

Para la traca final, y con el público entregado, se guardaron “Refugee” y “Running Down A Dream”, cerrando con “Mary Jane’s Last Dance” y, cómo no, un “American Girl” que ponía fin a la velada que miles de fans habían imaginado durante años: una de las mejores colecciones de temas de las últimas 4 décadas interpretadas por una banda de auténtico ensueño. ¿Os imagináis que tocasen en España? No queremos despertar.

sábado, 26 de mayo de 2012

The Smashing Pumpkins - Sala Arena, Madrid, 24 de Mayo '12



Mientras U2 llenan estadios y Foo Fighters, Pearl Jam o Green Day siguen abarrotando arenas, los Smashing Pumpkins han ido sufriendo con los años un lento pero inevitable declive. Tras tocar el cielo con dos obras cumbre como “Siamese Dream” y “Mellon Collie and The Infinite Sadness”, cada paso desde el infravalorado “Adore” ha sido un acercamiento al olvido del público masivo y al infierno de la indiferencia.

No es menos cierto que gran parte de la culpa recae en la propia banda, y muy especialmente en el cerebro y el corazón de Billy Corgan, quien en los últimos 15 años ha sometido a sus seguidores a demasiados vaivenes: juró tras Mellon Collie no volver al rock, disolvió la banda, probó y abandonó con Zwan, lo intento en solitario, reactivó Smashing Pumpkins con nuevos miembros… y en el proceso dilapidó su carrera declarando la muerte del concepto disco y dedicándose a colgar temas online con más pena que gloria. Y lo que es peor, la cosa no mejoraba en directo, con un Corgan obsesionado por no ser una “banda de nostalgia” y resistiéndose a tocar muchos de sus éxitos.

Con estos precedentes, y con apenas tres días de antelación sobre la fecha del concierto, los Smashing Pumpkins anunciaban fecha en Madrid, en la Sala Arena, como adelanto de lo que será su próximo trabajo “Oceania”. Los augurios no eran de lo más prometedores pero, qué diablos, pensamos muchos. Billy Corgan es Billy Corgan y no es habitual poder ver a una banda de su nivel en una sala de aforo tan reducido. Se merecen un voto de confianza, ¿no? Efectivamente lo merecen, y su fabulosa actuación no hizo sino darnos la razón

Los Smashing de 2012 presentan algunas similitudes con los de los primeros noventa, incluso en lo estético, con fémina al bajo, y guitarrista de rasgos asiáticos incluidos. Tanto Nicole Fiorentino (ex Veruca Salt) como Jeff Schroeder cumplen con creces mucho más allá de lo formal, la primera con una musculosa solidez a las cuatro cuerdas y el segundo con un catálogo de recursos inmenso y un sonido que para sí quisiera James Iha. ¿Y a la batería? Es difícil olvidar a Jimmy Chamberlain, pero Mike Byrne casi lo consigue: excelso en el golpeo e intenso como pocos (si acaso algo menos limpio que el Pumpkins original en los medios tiempos), este chaval de apenas 22 años se echó la banda a sus espaldas desde el primer minuto, dotando al combo de una solidez y un empuje extraordinarios.

Vale Billy, notable alto para la banda, pero ¿y el repertorio? La respuesta fue cogiendo forma tema tras tema: tras abrir con una sorprendente versión del “Black Diamond” de los Kiss, el acongojo inicial se fue tornando en incredulidad mientras las Calabazas iban disparando un hit tras otro con una potencia e intensidad desgarradoras; sonaron “Zero”, “Bullet With Butterfly WIngs” y “Today” y, tras presentar algún que otro tema de su inmediato “Oceania” (que tememos no esté al nivel de los “clásicos”), nos regalaron con “Tonight, Tonight”, “Muzzle” y “1979” y acabaron de abofetearnos con salvajes entregas “Cherub Rock”, The Everlasting Gaze” y “Ava Adore”, además de otras perlas como su curiosa versión del “Space Oddity” de Bowie o “Disarm” ya en los bises. Dejaron para el cierre el delirio casi metalero de “X.Y.U”, antes de caer en la tentación (un tanto innecesaria) de repetir con “Black Diamond” para echar la verja de un show tan inesperado como sobresaliente.

El concierto acaba, la banda se despide a apenas 2 metros escasos del público y uno se da cuenta de que, aunque sea un privilegio disfrutar de los Pumpkins en una sala de aforo medio, su hábitat natural debería seguir estando en los arenas, con miles de personas coreando los himnos generacionales de una banda que suena a lo grande y que, qué demonios, ha sido muy grande. Si Mr. Corgan se pusiese a ello, no habría discusión: los Smashing Pumpkins son un grupo de primera división.

lunes, 30 de abril de 2012

Leonard Cohen - Old Ideas























8 años después de su “Dear Heather”, y tras el regalo que supuso su memorable regreso a los escenarios entre 2008 y 2010, Leonard Cohen vuelve al ruedo con “Old Ideas”, su delicioso nuevo material de estudio.

Pertrechado con su susurro abisal, más oscuro, roto y profundo que nunca, y con la ayuda de Patrick Leonard en algunas de las composiciones, el septuagenario cantautor canadiense tira de manual y nos regala diez nuevos cortes cargados de dulzura, sutileza, candidez e ironía y con los que demuestra una vez más que es imbatible en las distancias cortas. Y en esta ocasión acierta además con una producción, sobria y atemporal, que se ajusta como un guante a la medida y emociones de cada tema. Se entrevén también varios clásicos en potencia, como el delicioso “Going Home”, el revisado estilo “I’m Your Man” que es “Amen”, la preciosa “Come Healing” (excepcionales los coros femeninos como de costumbre) o la liviana “Different Sides”.

A sus 77 años, y con una nueva gira en el horizonte, es un honor poder seguir disfrutando de la vitalidad de un talento tan personal y único como el de Leonard Cohen. Y él lo conoce de sobra. Más sabe el diablo por viejo que por diablo.

viernes, 30 de marzo de 2012

Mark Lanegan Band - Blues Funeral


Desde que en 2004 Mark Lanegan publicase “Bubblegum”, el de Seattle ha permanecido en un estado de hiperactividad constante: colaboraciones con Queens Of The Stone Age, grabaciones con Isobel Campbell y Soulsavers, dos referencias con Greg Dulli vía The Gutter Twins… así que sus seguidores sólo echábamos en falta que volviese a la arena con otro disco en solitario. 8 años después, el ex Screaming Trees aterriza con “Blues Funeral”, su séptimo disco de estudio y segundo con la coletilla de “Mark Lanegan Band”.

Como era de esperar, “Blues Funeral” recoge el testigo de la trayectoria previa de Lanegan, recopilando un catálogo de filias y fobias para casi todos conocidos: oscuridad, ambientes lúgubres y tenebrosos, copas de whisky derramadas y aguas turbias como las de la fantasmagórica “Bleeding Muddy Water” o la brillante “St Louis Elegy”. Pero Lanegan es mucho más que costumbrismo folk post-grunge: lejos de caer en el cliché, “Blues Funeral” exhibe un amplísimo libro de estilo que, como ya adelantase en “Bubblegum”, agranda el sonido de la banda rock al uso con elementos electrónicos, sintetizadores y bases rítmicas pregrabadas, como en la sorpendentemente dulce “Ode To Sad Disco”, una de las piezas más destacadas del álbum. Lamentablemente no siempre los resultados acompañan, y a menudo el componente electrónico se queda fuera de fase con el resto del contenido, falto del arrastre y de la personalidad de la instrumentación “analógica”, convirtiéndose más en un fin que en un medio, como en los excesivos efectos de “Quiver Syndrome” o de “Tiny Grain Of Truth”. La sutil belleza de temas como “Harborview Hospital” o la fuerza contenida de “Deep Black Vanishing Train” levantan el vuelo de una obra ambiciosa y trabajada, aunque algo deslavazada, en la que tal vez se eche en falta un hilo conductor que aporte cohesión al conjunto.

Pero, por encima de todo, por encima de canciones e instrumentación, es la excelsa voz de su protagonista el elemento que destaca a años luz del resto. Cada vez más curtida y ganando en color con el paso de los años, el registro de crooner maldito de Marc William es un pozo sin fondo de intensidad y carácter, que tiene en sus propias composiciones la semilla perfecta para germinar, crecer y multiplicarse. Un as en la manga que un tahúr experto como Lanegan maneja con delicada perfección. Una voz única que no tiene parangón en el panorama musical actual y que le eleva a la división de los elegidos, de los pocos artistas cuya voz es, por sí misma, capaz de elevar un disco del aprobado al notable alto.

“Blues Funeral” es, con sus luces y sombras, la constatación de que Lanegan, además de una de las grandes voces de nuestro tiempo, sigue siendo un artista inquieto que, a fuego lento, piedra a piedra y canción a canción, sigue esculpiendo un universo sonoro con personalidad propia.

“If tears were liquor, I’d drunk myself sick” canta nuestro protagonista en “St Louis Elegy”, resumiendo en una sola frase la quintaesencia del universo Mark Lanegan. Welcome back.

miércoles, 29 de febrero de 2012

Gillian Welch - The Harrow & The Harvest


Si en los años 60 y 70 la norma era que los artistas publicasen uno o dos álbumes por año, a día de hoy lo habitual suele ser que estos intervalos se alarguen entre 2 y 3 años entre cada nueva entrega de canciones. En el caso de Gillian Welch y su inseparable compañero David Rawlings, la espera para su última publicación ha sido de casi 8 años. Y como decía un impaciente Alan McGee allá por 2009, esa espera no podía sino significar la llegada de un disco perfecto.

Y en esas nos encontramos con “The Harrow And The Harvest”, quinta referencia en la carrera del dúo afincado en Nashville y primer trabajo desde su “writer’s block” a mitad de la década pasada. Quién lo iba a decir. Con la sutileza por bandera, Gillian Welch y David Rawlings crean un álbum en el que sugieren donde otros muestran, susurran donde otros hablan y acarician donde otros golpean, cocinando a fuego lento una mezcla de austeridad, oscuridad, pasión y dulzura cuyo resultado es maravillosamente mágico.

Desde la genial e inquietante “Scarlet Town” hasta la sugerente y contenida “The Way The Whole Thing Ends", pasando por joyas melódicas como “The Way It Goes”, “Hard Times” o la excelsa y bellísima “Tennessee” (sin duda una de los mejores canciones de 2011), el trabajo bebe de lo mejor del country, el bluegrass y el folk para ofrecernos un ejemplo asombroso de búsqueda de nuevos horizontes musicales desde el máximo compromiso y respeto por las raíces. Y, salvo en piezas como “Six White Horses”, donde la cara folk costumbrista desequilibra la balanza, casi siempre lo consiguen, haciendo de “The Harrow And The Harvest” un obra fascinante y atemporal.

lunes, 30 de enero de 2012

Noel Gallagher’s High Flying Birds


“Noel Gallagher’s High Flying Birds” es el primer disco en solitario del hombre que está detrás de la larga lista de hits que adornó la carrera de Oasis, una de las mejores bandas que han salido de Inglaterra en las últimas décadas. Dos años después de la disolución del grupo que compartía con su hermano, el mayor de los Gallagher se despacha con 10 canciones de regusto clásico que beben de la misma fuente que las composiciones de su antigua banda y que, como era de esperar, abundan en el ángulo menos potente de los de Manchester.

Más “Beateliano” y menos “Stones”, el LP abandona la actitud chulesca que fuera bandera de Oasis y se centra en terrenos más introspectivos y en los que Noel parece sentirse más cómodo. La producción es limpia, casi cristalina, y las canciones, reconociblemente Gallagher, pero en un registro más contenido que antaño. Ojo, no estamos ante un álbum acústico, ni mucho menos: temas como “Everybody’s On The Run”, “Dream On” o “AKA Broken Arrow”, (seguramente el mejor corte de la colección), rebosan brío y melodía, pero se echa de menos el desparpajo y la frescura que emanaban de los guitarrazos y muros de sonido que definieron el sonido de los de Manchester. Y algunas canciones tampoco ayudan: Si “The Death Of You And Me” apenas brilla como anodino primer single, "(I Wanna Live In A Dream In My) Record Machine" o la sosa “Soldier Boys And Jesus Freaks” no consiguen levantar el ánimo, mientras que la pretendida épica final de “Stop The Clocks” se queda en un fuego de artificio que nunca acaba de explotar: una especie de Oasis a medio gas más cerca del mediocre “Let There Be Love” que de “Champagne Supernova”.

Cierto es que nos encontramos ante una colección de canciones correcta que reivindica el talento compositivo de Noel Gallagher, pero cierto es también que el disco nos ofrece pocas sorpresas y que no acaba de emocionar. ¿Es este “High Flying Birds” mejor que los dos últimos discos de Oasis? Posiblemente. ¿Son las canciones de Noel Gallagher mejores que las de Beadie Eye? Sin duda. ¿Se trata de un disco más maduro quizás? Seguramente lo es, pero no confundamos madurez con adocenamiento o resignación. Y es que el hombre que antes incitaba a recorrer con aire chulesco las calles de Londres pinta en mano ahora parece invitarnos a ponernos las zapatillas de casa para ver el Telediario. En cuanto a canciones, se gana el aprobado; en cuanto a actitud, se puede mejorar.