Han pasado ya 10 años desde que Bowie se alejara de los escenarios con “Reality” y su accidentado tour, tan accidentado que muchos seguimos temiendo no volver a ver de nuevo al Duque Blanco encima de un escenario. A falta de gira, el inglés nos ha amenizado el año con un sorpresivo comeback que nos trae su vigésimo cuarto disco de estudio bajo el brazo, el interesante e irregular “The Next Day”.
La nueva obra, que vuelve a contar con Tony
Visconti en la producción, nos presenta a un Bowie clásico, maduro y templado,
en la línea que apuntaban sus predecesores, los infravalorados “Hours”,
“Heathen” y el regular “Reality”. El disco, oscuro y contenido, juega con la
introspección y el paso del tiempo, obsesión personal del artista, consiguiendo
un sonido pulido y elegante que crece con cada escucha. En el debe, el álbum alarga
en exceso su minutaje, dejándonos claroscuros entre sus 14 cortes. Si bien la obra presenta momentos soberbios como la vibrante “Valentine’s Day”, la
marcial “I’d Rather Be High”, la balada de libro que es “You Feel So Lonely You
Could Die” o la abisal “Heat”, también abundan otros más grises como “Dirty
Boys”, “Love Is Lost”, “Boss of Me” o “Dancing Out in Space”, que restan
consistencia a un conjunto al que parece faltar un hilo conductor. Ciertamente,
la terrible portada tampoco ayuda.
No cabe duda de que un retorno como el de
David Bowie es una celebración en sí misma, y es un placer ver que, a sus 66 años,
Bowie sigue demostrando una tensión compositiva y un hambre creativa
encomiables. No es menos cierto que, pasada la efervescencia de la campaña
mediática de apoyo al disco, “The Next Day” deja al oyente con ganas de más. Entre
otras cosas, de una portada nueva. No debería ser tan difícil, ¿no?